Nuestras compañeras rompen el silencio, hartas de los ataques machistas y exigen que sus compañeros se solidaricen con ellas y se sumen a sus exigencias
Faltas de respeto, vejaciones, insultos e incluso amenazas. Esto es lo que sufrimos a diario las periodistas deportivas en un mundo que por desgracia sigue siendo ‘de hombres’. O, como lo define Gemma Herrero (RAC1), «una especie de santuario donde las mujeres no somos bienvenidas».
De mayor o menor gravedad, con más o menos frecuencia, y ya sea en comentarios públicos o por mensajes privados, la mayoría de periodistas deportivas sufrimos este acoso. «Todos recibimos insultos, pero nosotras siempre tendremos un punto más de queja; no nos critican lo que decimos, sino que lo hacen por ser mujer», explica Laia Bonals (ARA).
Para Marta Ramon (RAC1), «las reacciones a nuestras publicaciones son muy diferentes a las que reciben nuestros compañeros», algo que queda patente en el tipo de comentarios recibidos: «Insultos muy graves, comentarios negativos sobre mi físico, y degradaciones sobre mi trabajo. Hasta me plantean cuántas felaciones he hecho para llegar donde estoy». En la misma línea habla Anaïs Martí (La Vanguardia): «Los más habituales van relacionados con el físico y el género, y algunos con connotaciones sexuales, como que ‘qué habré hecho con mis jefes para que me dejen publicar'».
«Nunca
he recibido comentarios tan graves, pero sí valoraciones
sobre mi físico, y no hace falta», explica Andrea
Ginés (Movistar). «Es la sensación de tener
que demostrar constantemente que valemos», manifiesta Helena
Condis (COPE), «como si tuviésemos que estar
pasando siempre un examen» (Marta Ramon), «como si
tuviésemos que ser supermujeres» (Laia Bonals). «Y
detrás de nuestra opinión hay una mente; no un físico
o un género», razona Carla Garcia (Barça
TV).
«Aparte de insultos varios y los clásicos de
mandarme a la cocina y a fregar», denuncia Paloma del
Río (TVE), «lo más serio que he vivido fue
una amenaza de muerte que inmediatamente denuncié a la
Policía Nacional; lo hizo con tanto descaro que lo publicó
en abierto y no lo borró». También Carme
Barceló(Chiringuito) recibió una seria amenaza: «No
lo hice público en su momento porque la inspectora me lo
recomendó, pero respeto mucho a las compañeras que lo
hacen. Esto es solo un reflejo de la sociedad actual».
«Una vez colgaron una parte de mi artículo sobre la final de la Champions entre Real Madrid y Atlético», narra Gemma Herrero, «y el nivel de agresividad y violencia verbal que recibí fue muy fuerte, no me daba tiempo a borrar todos los comentarios». «Me han suplantado la personalidad recientemente, supongo que para desprestigiarme», relata Mónica Marchante (Movistar), «me han mandado a fregar, me han llamado ‘señora mayor’, como si eso fuera un problema».
Denunciar o ignorar
Algunas optamos por denunciar; otras, por ignorar y bloquear. «Las soluciones que te dan es el no hacer caso, como si fuésemos nosotras que tenemos la piel fina. Y no es así. Es que no paramos de recibir ataques muy duros día sí y día también por el simple hecho de ser mujer», explica Gemma Herrero. Y añade: «Hasta algunos compañeros hacen ver que no nos escuchan o nos llaman exageradas en vez de ponerse a nuestro lado». «Me llegué a borrar de las redes por un tiempo», confiesa Chantal Reyes (Mundo Deportivo), «no por el acoso en sí, pero por la saturación mental de tener que leer determinados comentarios y por querer un tiempo desconectado de la presión y exigencia que conlleva».
Pero esto también pasa en el mundo real. «Va más allá de Twitter», apunta Elena de Diego (SER), «pasa en la calle, en los estadios, en el trabajo y también son comentarios de conocidos». Y añade Laia Bonals: «Eso es mucho más duro y es importante decirlo».
Machismo y falta de educación
Detrás de todo este acoso, un denominador común: el machismo. «No nos conciben como sujetos a escuchar, valorar o imitar», manifiesta Marta Ramon, «no nos consideran iguales ni nos otorgan ninguna credibilidad ni autoridad».
«Como periodista deportiva», explica Sandra S. Riquelme (El Patio), he detectado dos tipos de machismo: «Primero, el involuntario, que está interiorizado en mucha gente. Aún se sorprenden que yo pueda saber qué es una carrilera o el sistema de cinco en defensa; es de no estar acostumbrado. Y luego está el machismo puro de ‘esta tía qué me va a contar a mí si no tiene ni idea'».
Para Sara Giménez (Vamos), el problema de fondo es también «la impunidad que siente la gente en las redes, así como la ignorancia de una parte de la sociedad que continúa siendo machista y a quien le es imposible imaginar que una mujer pueda hablar bien de un hombre sin querer nada a cambio».
¿Se puede erradicar? «Es muy complicado» responden todas. «Es algo que está muy arraigado a nuestra sociedad desde hace muchos años», valora Chantal Reyes. Tiempo, cambio de generación y educación. Mucha educación, en el respeto, desde la infancia. «También, que los propios medios empiecen a valorar a la periodista deportiva por su trabajo y no por ser mujer y cumplir cuotas», añade Anaïs Martí. Y, sentencia Marta Ramon, que «nuestros compañeros reaccionen como aliados, denuncien y se pongan de nuestro lado».
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