Tiene consecuencias graves para el derecho a la información ya que promueve la autocensura y afecta la salud mental y la vida privada de quienes lo sufren.
El acoso digital a periodistas es un problema en auge que tiene consecuencias graves en el derecho a la información de la ciudadanía en tanto que promueve la autocensura y limita la libertad de expresión. Los periodistas que han sufrido reconocen, además, que afecta a su salud mental y vida privada. Detrás de un linchamiento en las redes hay actores políticos que no tienen ninguna manía en activar una maquinaria orquestada de botes y troles para defender los intereses propios. Las instituciones y los medios de comunicación no tienen protocolos de actuación para hacerle frente, mientras que la ciudadanía puede ser cómplice de este tipo de campañas sin saberlo, porque falta educación mediática. Hablamos con seis periodistas que han sido acosados en la esfera pública digital y con distintos expertos para conocer la magnitud del problema y buscar soluciones.
Así lo señala la periodista Susana Pérez Soler en uno de los reportajes que forma parte del Anuario Mèdia.cat 2022-2023; entre los ejemplos que atestiguan esta situación se hala el caso de la periodista Sara González, que a finales del 2022 fue atacada a través de Twitter a raíz de la publicación de un reportaje en El Periódico de Catalunya en el que distintas mujeres acusaban al diputado Francisco de Dalmases de acoso laboral, abuso de poder y maltrato psicológico.
Lo más grave de todo es cómo en privado todo el mundo te daba el pésame y cómo públicamente había tanto silencio. Yo me he sentido muy sola”, explica la periodista Cristina Puig, que sufrió campañas constantes de vejaciones y de insultos cuando presentaba el FAQSen la televisión pública catalana.
Mònica Terribas, entre otras. Pero esto no siempre es posible. Los periodistas autónomos tienen a menudo la necesidad de exponer su trabajo en las redes para establecer y mantener nuevas colaboraciones con medios. “Marchar de Twitter no es la respuesta, como tampoco es tenerlo que aguantar. A mí me han dicho muchas veces que es algo que va en el sueldo, pero no estoy de acuerdo: exijo respeto por mi trabajo al igual que respeto el trabajo de los demás, y, si no me gusta algo, no me la miro, pero no me sumo a un linchamiento público.
El fotoperiodista Jordi Borràs, recientemente reconocido con el premio Planes por sus investigaciones sobre la extrema derecha, denuncia que no puede realizar su trabajo por las amenazas que recibe, tanto en el entorno digital como físico. “Como fotoperiodista no puedo hacer el trabajo desde la redacción, debo estar en el sitio de los hechos. Y desgraciadamente hace años que no puedo cubrir manifestaciones de la extrema derecha en Catalunya por las amenazas de muerte que he recibido. Esto es muy grave y tiene consecuencias en mi salud mental, económica y profesional”, afirma. “La diferencia entre los ataques físicos y las ciberamenazas es que éstas llegan en cualquier momento, nunca paran”, añade.
Cuando los compañeros periodistas dicen que esto nos ocurre a todos, les pregunto si a ellos les dicen con quien se han ido a la cama, cuántas pollashan comido para estar donde están o directamente les dicen putas”, señala Gemma Herrero, que reclama una mayor concienciación por parte de la ciudadanía a la hora de expresar comentarios sexistas en redes sociales y una mayor protección por parte de las empresas periodísticas por denunciarlos.
Más información en: https://www.media.cat/2023/03/29/ciberassetjament-una-amenaca-creixent-per-a-la-llibertat-de-premsa/










