La primera huelga contra Tesla en Suecia se ha convertido en el paro más largo de ese país en un siglo.
Elon Musk, el magnate de confianza de Donald Trump, continúa sin resolver su problema de intolerancia a la existencia de los sindicatos; no es nuevo ya que el año pasado en declaraciones en el DealBook del “New York Times” declaró: No estoy de acuerdo con la idea de los sindicatos, pues generan ambiente negativo en las empresas y una especie de situación de señores y campesinos”.
Por lo
mismo, no es extraño que el conflicto que enfrenta al empresario con
los sindicatos suecos haya cumplido algo más de un año; el
conflicto fue causado por la negativa de Tesla a negociar un convenio
para algo más de un centenar de mecánicos en sus factorías suecas.
Este se ha extendido a otros sectores y o ha generado una poco
acostumbrada solidaridad de trabajadores de otros países.
Según
señala el digital “lamarea.com”; los detractores del nuevo
responsable del Departamento de Eficiencia Gubernamental destacan su
ego, su falta de empatía y su tendencia al narcisismo. A ello sin
duda habría que sumarle un rechazo frontal a todo lo que huela a
sindicalismo.
La fobia antisindical encaja a la perfección
con la personalidad de Musk, que se vende a sí mismo como el ejemplo
de trabajador que quiere para sus empresas, dedicado «siete días a
la semana y sin reparar en horas extra». Los efectos que esas
dinámicas tengan para sus trabajadores no parecen importarle tanto,
como explicaba en declaraciones a La Sexta, Javier Salas, jefe
de la sección de Tecnología de El País, quien aportaba el
dato de que su empresa estrella, SpaceX, cuenta con «una tasa de
accidentes laborales que multiplica por siete veces la del sector» y
la presión a sus empleados es tal «que pone en riesgo sus vidas».
Ante esa actitud, IF Metall, uno de los sindicatos más grandes de Suecia, que principalmente representa a los trabajadores de la ingeniería y la metalurgia, el 27 de octubre de 2023 convocaba a todos sus afiliados a sumarse a un paro con el que presionar a la empresa. «Lo único que exigían nuestros afiliados eran condiciones justas, aumentos salariales, jornadas laborales reducidas, pensiones a tiempo parcial y seguros, por nombrar algunos ejemplos de lo que actualmente carecen debido a la ausencia de un convenio colectivo.
Estamos hablando de unas condiciones que tienen otros empleados de la industria, lo queríamos era asegurar unas condiciones de trabajo decentes y seguras», explica Sladana Pasalic, responsable de IF Metall en Uppsala, una de las ocho localidades con la plantilla en huelga.










