El CIC considera que no se le pueden aplicar los criterios de neutralidad informativa porque sus postulados son contrarios a la democracia y los derechos humanos.
Tras haber analizado el crecimiento de la presencia de la utaderecha en las instituciones democráticas el Consell de la Informació de Catalunya (CIC) ha reflexionado sobre el tratamiento mediático que se debe dar a estas formaciones.
Admitiendo que los medios tienen capacidad para decidir por si mismos ese tratamiento, considera “necesario compartir unas reflexiones que pueden servir de marco deontológico frente a las dudas que puede acarrear esta decisión editorial”.
Éstas son esas reflexiones del CIC:
La ultraderecha no puede tratarse como una ideología más. Tiene efectos destructivos s obre la convivencia, representa la exclusión de una parte de la sociedad; fomenta el discurso del odio; el sentimiento de miedo, y el desprecio de la verdad. Alimenta el negacionismo de evidencias sociales y científicas: desde la violencia machista al cambio climático. En sus programas se reflejan actitudes supremacistas, xenófobas, racistas, homófobas y contrarias a la igualdad entre hombres y mujeres y los derechos LGTBIQ+.
El discurso de la ultraderecha, a diferencia de las demás posiciones políticas, intenta deshumanizar a quienes considera ‘enemigos’, en muchos casos colectivos vulnerables. Por todo ello, la ultraderecha va más allá de lo que conocemos como populismo y constituye una amenaza real para las democracias, la convivencia, la solidaridad y la justicia social. Su ideario, de llevarse a la práctica, crearía un escenario que podríamos calificar de autoritarismo post democrático.
En la mayoría de las democracias consolidadas europeas, los partidos tradicionales de derechas establecen un ‘cordón sanitario’ en la extrema derecha, y los medios de comunicación,también. En España ocurre todo lo contrario y parte del establishment mediático no tiene reparos en blanquear la extrema derecha. No sólo por la ideología de algunos de estos medios, sino porque el discurso genera fervor o indignación, es decir, audiencia.
Lo preocupante de la ultraderecha no es tanto su presencia en las instituciones, sino la capacidad de imponer marcos mentales y de establecer la agenda mediática. En España medios con gran poder de audiencia dan cobertura y blanquean los mensajes y personajes de Vox. Otros medios difunden los postulados de la ultraderecha por una mal entendida neutralidad.
El CIC valora que la posición mayoritaria en Catalunya, tanto de los medios de ámbito general como de los de proximidad, es la de intentar no hacer el juego en el ideario de la extrema derecha. Pero el dilema está en la necesidad de informar adecuadamente de partidos con presencia en las instituciones y, a su vez, la voluntad de no hacerles publicidad. En la resolución de este dilema, el CIC insiste en tener en cuenta las consideraciones de este documento.
La libertad de expresión implica la libertad de opinión. Pero esto no significa que todas las opiniones sean igual de válidas. Si una opinión atenta contra los derechos humanos no debería encontrar altavoces en los medios. El periodismo tiene la obligación ética de rebatir las falacias de la ultraderecha y evitar que estas opiniones se traduzcan en medidas políticas.
El periodismo tiene el deber de desenmascarar las mentiras de la ultraderecha y apoyar a todas las personas y colectivos señalados por sus formaciones políticas y sus altavoces mediáticos.
De la misma forma que la extrema derecha representa un reto democrático por el ámbito de la Educación y la sociedad en general, también interpela al periodismo honesto y responsable.
El CIC considera que en el caso de la extrema derecha no se pueden aplicar los criterios de neutralidad informativa porque sus postulados afectan a la misma esencia de la democracia y los derechos humanos.